¿Qué hay de distinto entre el asesinato de
Isidro, el hijito de Carolina Píparo, y el del bebe que estaba en la panza de
Mery Vidal Borda, la comerciante embarazada que fue baleada durante un asalto
en Berisso días atrás? A simple vista, nada; o poco. Para la opinión pública y
algunos medios, todo; o mucho.
A Píparo la asaltaron cuando salía de un
banco de sacar dinero, a metros de su casa, en el barrio La Loma, de La Plata;
el caso, que recorrió medios locales y nacionales, fue conocido por todos. A
Mery, madre de dos hijos y embarazada de seis meses, mientras atendía el
negocio familiar, a las 19.30 del lunes, la abordaron dos motochorros que
irrumpieron en el local, “totalmente alterados”, y tras exigirle a los gritos
dinero, le dispararon a la panza sin que hubiera puesto resistencia.
Luego del episodio, Mery fue trasladada de
urgencia a un hospital, donde su beba –que luego se supo que era mujer- murió
poco después de nacer por cesárea, ya que habría sido alcanzada por el
proyectil. La nena, que apenas vivió horas, no tenía nombre; y a pocos le
importó ponerle uno. El pedido de justicia, entonces, se hizo valer mucho menos
que aquella vez, donde pareció que todo el país se movilizaba detrás de una familia,
de un sueño trunco y de un nombre, algo simbólicamente imprescindible.
Allá, hace meses, se propusieron leyes, se
compararon calvarios, se la puso ,tal vez con justicia, a Carolina en el tapete
de todos los medios, radiales, televisivos y gráficos. Su foto, la imagen misma
del dolor, de ese dolor que podemos ver y sentir todos, se metía de lleno en la
retina de una opinión pública que parece más receptiva en casos cercanos –Axel
Blumberg, Angeles Rawson, etc.-. Aquí, apenas horas después de lo sucedido, tan
grave como lo otro, pocos –por no decir nadie- conocen la cara de Mery, su
situación de vida, su familia, su historia; y no hay nuevas leyes, no hay
reivindicaciones y no hay convulsión social en reclamo de justicia.
Carolina tuvo reuniones con el ministro
Casal, el gobernador Scioli tuvo que interceder, la invitaron a programas de
televisión y radio; la asesoró legalmente el mediático Fernando Burlando, tuvo
entrevistas en periódicos y su tristeza intentó hacerse carne en los demás.
¿Sucederá lo mismo con Mery? Es poco probable.
Y así sucede con todo; nadie reclama lo que no
es propio o le atañe. A nadie le interesa la justicia, siempre y cuando esa
justicia no le sea funcional a sus intereses y su forma de vida. Pero el
sentimiento no es, a veces, la hipocresía; presos del poder de los medios,
vivimos en estado interpretado y llevamos nuestro pensamiento, nuestros
sentimientos y nuestro humor social al lugar al cual quieren que lo llevemos.
Mirar al rededor, tratar de empaparse de otras realidades, de otras vivencias, suele ser, en ocasiones, la herramienta inicial del cambio; porque el cambio empieza por uno, pero uno también es responsable de lo que omite y lo que elije; y de cómo elije y en nombre de quién.
Porque está bueno que no haya más Carolinas, que no haya más Angeles, pero también que no haya más Merys ni tantas otras personas que padecen de, además de todas las injusticias cotidianas, el olvido sistemático e intencionado de propios y ajenos.
Mirar al rededor, tratar de empaparse de otras realidades, de otras vivencias, suele ser, en ocasiones, la herramienta inicial del cambio; porque el cambio empieza por uno, pero uno también es responsable de lo que omite y lo que elije; y de cómo elije y en nombre de quién.
Porque está bueno que no haya más Carolinas, que no haya más Angeles, pero también que no haya más Merys ni tantas otras personas que padecen de, además de todas las injusticias cotidianas, el olvido sistemático e intencionado de propios y ajenos.
Hola Alejandro! Pasé a saludarte, me alegro tanto que sigas escribiendo! Porque sé que en algo, en una infimésima parte, tuve algo que ver... y porque escribís de una forma tan clara y estética, que hubiera sido una pena que nunca hubieras hecho aunque sea este blog.
ResponderEliminarPasa a saludarme por mi hormiguero, tengo cositas lindas para compartir.
En diciembre andaré por allá. Besos desde Berlín! Mariángeles