lunes, 22 de marzo de 2010

El despropósito de la letra Q

Analizar las lenguas -los idiomas, claro-, es a veces una herramienta útil para comprender, de manera somera pero no del todo errada, la idiosincracia de de temrinados pueblos.
Sin ánimo a pecar de simplista, se puede decir, sin rigor pero con la certeza de un saber general, que los grandes pensadores han sido generalmente personas ligadas a las lenguas popularmente más ricas, casual o paradójicamente, dejando de lado los demás condicionantes ya analizados por la historia y los libros. Franceses, alemanes, entonces, se puede decir que han sido protagonistas del mundo de las ideas, y sus lenguas no son sino un fiel reflejo de esa complejidad que sus pensamientos expresan. Dicho esto a modo de introduicción general pero válida, me detendré, entonces, en mi análisis, del todo distante de cualquier pensador que se precie de tal.
No quiero una respuesta académica; esas cosas las dejo libradas para los que realmente saben de la cuestión. Pretendo, en cambio, amigarme con el pasajero pensador; ese que, sin niguna certeza más que su equivocación, puede detenerse en una reflexión tan mínima pero no por ello menos seria que la que intento realizar ahora: ¿Para qué existe la letra Q?
Anhelo, sin embargo, que sea valorada nuestra lengua por su bella complejidad, sus muchos verbos, sus más sinónimos y todas las figuras gramáticas que existan. ¿Cuánto más rico pareciera ser un libro bien escrito en castellano que en inglés? Pero esta cuestión no debe quedar así.
Indudablemente, el solo hecho de leer los párrafos anteriores, en los cuales he usado esta letra "de cabotaje" puede responderme por sí solo esta pregunta, pero quiero dejar de lado ese facilismo y adentrarnos en lo absurdo de la existencia de esta letra, que ya no debe ser llamada letra, sino pseudogarabato.
Así como no hay rémora sin tiburón, no hay Q sin U. Esta suerte de simbiosis lengüística genera una relación de dependencia, no ya por conveniencia ni por elección, sino de carácter indispensable. Para colmo, al usar la U detrás de la Q, no solo que estamos generando un uso abusivo de una letra por sobre otra, sino que la U ni isquiera se pronuncia.
Digo, sostengo, mantengo, que la Q es un despropósito porque no hay en el abecedario español otra letra más fácilmente reemplazable por letras ya existentes que esta. Algunos podrán cotejarla con la H, claro, pero esta cobra relevancia en esta ligera comparación al pensar en la CH, que le da un sonido no antes concebido sin su utilización. Además, claro, la C cobra valor por sí sola y con la H generan un nuevo sonido, cosa que no pasa con la Q.
Que haya palabras con C y con S y que suenen igual, puede parecer algo antojadizo a priori; pero si se tiene en cuenta que todos los plurales de Z van necesariamente con C -lo cual no deja de ser una arbitrariedad, claro-, el detalle pasa por alto. Ahora bien; tenemos que las C, antes de las I y las E hacen las veces, sonoramente, de las S. Pues entonces, dirán, para eso es que se inventó la Q. ¡Pero no!
Con un protagonismo relevante, fundamentalmente desde el auge de las comunicaciones vía internet, la K es un ejemplo de lo que la gente quiere. "Ke haces?", preguntan más de una vez por chat; "TKM", envían algunos enamorados -tal vez sabiendo que, más que un "TQM" deberían poner un "TQuM". Indudablemente las tendencias marcan las épocas y estamos, quizás gracias a la pereza de los más jóvenes, ante la irrupción de una voluntad de cambio que seguramente nunca llegará a concretarse del todo.
Volviendo al tema de la K, ¿para qué necesitamos a la Q, teniendo ya la K? Vale, también, la misma pregunta al revés, perpo su fuerza se desvanece cuando observamos, ya acostumbrados, que la K es letra por sí sola; tiene su propio valor lingüísitco.
Así planteadas las cosas, ¿de qué vale tener a una letra como la Q, pudiendo tener todas las palabras en las cuales participa reemplazadas con la K sin la necesidad de adosarle al lado otra letra que, en definitiva, lo que hace es secundarla para que exista?
Este, claro, es un planteo desde el castellano más absoluto, dado que para las lengas anglosajonas, la Q tiene cierta entidad por sí solas a nivel fonético. No es lo mismo decir Queen -cuin- que Keen -Kin-, y es ahí donde instantáneamente la Q cobra valor, porque, si bien la usa, también le da valor a la U, pobre partenaire en las lenguas hispanas.
Planteada la duda, keda sólo la vana esperanza de ke mis kejas sean escuchadas como un lamento de un hombre ke no sabe más ke hacer para ke todo sea aún más fácil.

lunes, 15 de marzo de 2010

Un baño por aquí!!

Ciertos hábitos íntimos, por más íntimos que estos sean, tienen, como todo, un nivel de standarización elevado, en los que no muchos reparan.
Uno de esos hábitos, dentro del cual se configura una multiplicidad de actividades, es el baño y sus usos. Allí, uno es uno, libre e independiente de hacer lo que se le cante, pero indudablemente, como sucede con la gran mayoría de las acciones efectuadas por todos, hay un alto nivel de generalidades a las que pocos están excentos.
Sabio resultó ser Rudy Chernicof -o como sea q se escriba- cuando se cansó de robar veranos enteros con su opera prima "El Señor del baño". Ante todo, para evitar la sospecha de plagio, vale aclarar que jamás vi esa obra ni recibí ningún comentario al respecto.
Al referirme al baño como lugar de tradiciones milenarias, hablo desde la ducha, hasta el inodoro, pasando por todas las cosas que allí puedan suceder, ya sea de aseo como de estética o mera costumbre.
Aunque cabe la mención de la modalidad de las mujeres de ir al baño mayomente acompañadas, sólo para dar cuenta de que quien esto escribe no dejó pasar este hecho de lado, no redundaré en conjeturas ni en chistes al respecto porque este es un tema trillado y notado por todos.
Pretendo, aquí, comenzar a desglosar y comentar, claro, algunas de las costumbres y variaciones que ha ido teniendo el baño con el correr del tiempo y las culturas.
¿Por qué los diseñadores de papele higiénicos se empecinan en querer darle a su uso un perfil vivaz y alegre? Sabedores del placer que su uso genera en la mayoría de los casos, parece innecesario tanta bandera. No es que me haga el duro, pero ciertamente no coopera en nada que haya perritos dibujados, jugando, en sus finas hojas. De los primitivos papeles de cuando niño -higienol. mayormente- rugosos, alijados, casi ofensivos, pasamos a los nuevos, que se han ido suavizando con el correr del tiempo para beneplácito de los ususarios. Pero lejos de querer dejar de ponderar ese cambio tan necesario y placentero, me dedico ahora a tratar de descifrar las razones que llevaron a los dieñadores a dibujar los perritos en unos de estos.
Sucede con el hombre algo que no acaece con las mujeres, claro. La predisposción física para con la cuestión, nos hace capaces de realizar una múltiple cantidad de cosas mientras lo hacemos y también incapaces de hacer otras. Mientras para ellas hacerlo sentada es una incomodidad a la hora de tener que elegir determiandos lugares parea satisfacer su necesidad, para nosotros, por el contrario, no deja de ser un trámite sea donde fuere que estemos. De todas maneras, éste tiene multiples facetas, quizás por muchas desconocidas.
Dejemos de lado la carambola con las bolitas de naftalina de los mingitorios; hablar de ello sería el equivalente de hacerlo acerca de las mujeres que van acompañadas al baño.
Así como la curiosidad mató al gato -dicho cuyo significado jamás averigué-, la ansiedad terminó modificando el hábito de algunas prácticas bañeriles. Como sucede conmigo, ¿cuántos son los hombres que infaliblemente aprietan el botón o lo que sea, mientras la cuestión está en pleno desarrollo?? ¿Cuál es la ventaja de semejante estupidez, convertida en rutina cada vez que voy al baño? ¿Será el temor a terminar algo, la verguenza del sonido de las tristes gotitas finales, alejadas ya del abundante chorro incial? Nada, nunca, nadie, podrá explicar por qué somos tantos los hombres que, en la mitad del proceso, deciden invariablemente apretar el botón para que los sonidos se confundan en una suerte de melodía de aguas denzantes.
Como toda práctica natural, cuando se racionaliza y se analiza, comienza, no ya a ser modificada ni suprimida, sino a adquirir nuevas aristas. Sería algo así, por ejemplo: "Ahora que sé que hago esto y es una pelotudez, le busco, para mí, un sentido más lúdico". ¿Cómo debe interpretarse ese sentido? Bueno, por ejemplo, calculando los segundos aproximados que tarda la "mochila" - ¿Quién habrá sido el desgraciado que unió esa palabra tan didáctica con el lugar donde se carga el agua que luego irá directamente a la cloaca? ¿Le darà más status a un plomero decir al mundo que que va a poner una "mochila" nueva a una casa? A todo esto, ¿qué dirán desde las librerías?- y los que faltan para la finalización de la acvitidad en cuestión. Claro que nunca coinciden estos dos valores, e inevitablemente, el triste chorro final -que choca con la función de llamado de apareamiento del chorro inicial- recobra protagonismo. Ergo, lo que presumiblemente justificaba inicialmente la apretada apresurada del botón no se logra y todo sigue igual o peor aún.
Toda la fisonomía del baño ayuda indudablemente a su correcto uso. En la entrada, claro, el inodoro cercano evita que cualquier contratiempo sea más intransitable. Ahora bien; ¿por qué existen inodoros cuya tapa inferior, la que cubre el marco de material, no se queda quieta arriba?Esto, en directa relación con la idea de urgencia que se viene a soslayar con el inodoro cerca de la puerta resulta por lo menos contradictorio.
Así como echar un vistazo al porta CD de alguien -sobre todo antes, cuando tener un CD era cosa más seria que ahora- te daba una radiografía inequívoca de la clase de persona con la que estabas, o, más acá en el tiempo, mirar el calzado q lleva puesto -algo así como "dime con qué caminas y te diré quién eres"-, algo smilar ocurre con los baños; con lo que éstos esconden detrás de sus compuertas.
Aunque resulte una falta de ética, muchas veces revisar -voluntaria o involuntariamente- el baño de una persona ofrece una descripción fiel de muchos de sus costumbres y modos. Desde lo medicamentos o cremas hasta los cepillos de dientes, pasando por elementos preventivos o estéticos -léase curitas y alicate, por nombrar dos de ellos-, darse una tácita vuelta por los estantes de los baños siempre ayuda. Su orden, sus lugares, sus recovecos, esconden las miserias o las locuras más insospechadas.
El baño es una de las pocas cosas, sino la única, que se usa cerrada. Por ende, una de las cosas que, por no tener la costumbre de hacer, no temrinio de comprender es a la gente que deja la puerta del baño cerrada automáticamente. Salvo en situaciones excepcionales, la puerta del baño debe estar abierta, para evitar el aproximaminto sigiloso y el innecesario golpecito a la puerta y el consecuente "ocupado", término que sólo los chicos usan sin vergüenza alguna. Un baño abierto es un baño amigo. Un baño cerrado, en cambio, genera dudas e incomodidades; es casi un placard.
Confieso aquí otro problema: Me da una profunda vergüenza decir "ocupado". Por empezar, el que está ocupado en el baño soy yo y no el baño, que puede albergar a mucha gente dentro suyo sin estar necesariamente ocupado. Esta es otra de las condiciones de los baños; que son los ambientes que se ocupan más fácilmente.
Volviendo a la respuesta incordiosa de "ocupado", debo admitir que le he buscado mil vueltas al reemplazo de esa lapidaria frase. "No", "¡¿Qué pasa?!" -como molesto-, una simple tos exagerada u otro golpe en la puerta como respuesta al inicial, son algunos de los atajos que diseñé a lo largo de mi vida para evitar decir "ocupado".
En definitiva, los baños, sus usos y sus hábitos, terminan desentrañando las obsesiones, locuras y costumbres que, sin ellos, jamás saldrían a la luz.

lunes, 1 de marzo de 2010

Todo lo que es...

Las dificultades del habla, han ido degradando invariablemente el lenguaje. Lejos de ponerse en un papel de analista barato, quien esto escribe no está excento de este fenómeno que se va agigantando con el paso del tiempo, la falta de educación y la sobreoferta del ocio por sobre las actividades "pedagógicas" o instructivas.
Nuevametne enfocados en el rubro del cual más ejemplos tengo, quizás por mi tendencia a la compra como por mi igualmente fuerte inclinación por el diálogo infrutcuoso con cualquier persona, se nota fácilmente un modismo que no sólo habla de la falta de palabras, sino, lo que es quizás más notorio, la imposibilidad de ahondcar, precisamente, en la actividad a la que uno tanto tiempo de la vida le dedica.
¿Qué se quiere decir cuando se dice "todo lo que es" para describir el rubro de un local? ¿Qué es "todo lo que es" que no sea algo que, indefectiblemente, no sea?.
"Y... acá vendemos todo lo que es frenos", responde infaliblemente el vendedor de una casa del rubro al ser preguntado acerca de qué es lo que se puede encontrar allí. Pero, lejos de pretender una respuesta académica para una pregunta que ciertamente no lo es, acaso cabe la indignación por la falta de palabras por más previsibles que éstas sean.
Si en una casa se vende "todo lo que es... ", ¿qué cosa no se vende? ¿"todo lo que no es", "nada de lo que es"? Encima, muchas veces la respuesta remite necesariamente a la pregunta, por lo cual es casi redundar en algo sabido de antemano.
Volviendo al ejemplo antes mencionado; en el taller mecánico de frenos venden, claro, "todo lo que es frenos", pero después, ampliando el concepto se descubre claramente que son pastillas, bujías, y todas cosas que no son en sí frenos, pero que engloban la categoría de "todo lo que es freno", que no es más que el campo semántico de ese concepto- Entonces, todo lo que es freno sería, ni más ni menos que, por definición contraria, todo lo que no es verdura, lo que no es mueble, lo que no es televisores, y muchas otras cosas más que no hacen otra cosa que eliminar la capacidad descriptiva del dicente.
¿Qué es todo lo que es que no sea nada de lo que no sea? La nada misma se transforma en nada porque hay algo que la niega, que es, justamente, algo. ¿Puede algo llegar a ser parte de ese todo cuando en su concepción no era nada de lo que allí deba ser? ¿Cuándo "todo lo que es..." se volvió una explicación válida y aceptada? Estas y otras preguntas, aún quedan sin respuesta en el fino lenguaje de los analistas.